La realidad actual del balneario municipal es verdaderamente triste. Seguramente los cráneos de cultura y turismo se preguntarán por qué los esperancinos brillan por su ausencia, a pesar, de la "generosidad" de la Intendenta de no cobrarle entrada al predio. Ni gratis va la gente. Los pocos que están son de otras localidades que (seguramente) no volverán. El abandono, la pésima calidad de los servicios, comparados con otras épocas de esplendor muestra el desinterés de Meiners por la ciudad en su conjunto. Ahora, a los pobres que se quedaron, tal vez porque vienen de lejos, le ofrecen como premio consuelo la proyección de películas nacionales, incluídos unos cuantos bodrios que no convencen a nadie. Los esperancinos no van, no tienen voluntad de hacer unos pocos kilómetros , como antes sí lo hacían, para "disfrutar" de su balneario. ¿Por qué será? Ni siquiera se lo preguntan los funcionarios. ¿La Intendenta? Está absolutamente ausente. Y lo peor, no le importa estar ausente. 

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