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Novela

Año: 3

Número: 157

¡NOVELA! ¡URGENTE LECTURA! ¡EL TURCO BOMBERO QUIERE LA GUITA DE LA ENTRADAS!

Desde los altos ventanales que dan al Norte observaba la Gran Alcaldesa la irregular y roñosa superficie de la Gran Capital del Departamento cuando entró el tesorero Titín al trote, peinado tipo "tribu Emo", excitado al mango, revoleando la chequera y clamando por la Reina Ana del Cocco propiamente como si la Colonia Pujol nos hubiese declarado la guerra.

Digamos que tal circunstancia no inmutó a la Señora que siguió como si nada con el protocolo de palacio. Ni bien los ayudantes le dieron a Su Eminencia el aguamanos (y el aguapatas para los hongos), dos sánguches de queso y una copita de grapa, se abrieron los portalones y tras el tesorero entraron al galope dos sujetos, uno vestido con un traje inmaculado y otro con uniforme azul con charreteras doradas. El alguacil Mayor y custodio de la alcancía entonces informó:
- Señora hemos sorprendido a estos ciudadanos agarrándose a patadas en los pasillos de palacio.
- Y a mí que me importa - dijo la Tita Merello del Salado.
- Es que uno es un Comerciante de Gran Linaje y el otro el Presidente de los Bomberos.
- Eso es otra cosa -dijo Su esplendencia- los bomberos de mi Reino tienen que andar como la seda; y si el Presidente se pelea con la gente de plata ¿qué hará cuando se le queme el rancho a un negro pobretón?

Los dos súbditos con nombre gravado en las campanas del campanario sosegaron su furia y miraron a la alcaldesa que se entretenía empinando un restito de grapa.
- ¿Por qué pelean ustedes? -interrogó la señora.
- Excelencia, este turco que ahora incursiona por el cuartel de bomberos se me desacató en una reunión.
- Excelencia -saltó el turco- es que nos quieren tomar de boludines...
- ¿Boludines? Eso es grave porque un pueblo de bólidos es gobernado generalmente por bólidos ¿Qué quiere decir señor bombero. -interrogó la Pachamama.
- Gran señora, estos honorables comerciantes nos habían prometido que por cada uno de los súbditos de la Suiza de Las Pampas que entrara a la Feria de Las Colonias aportarían un ducado para los hambrientos servidores de la manguera.
- ¡A este turco abusador le ofrecimos la mano y quiere vaciarnos el bolsillo! - se quejó el Comerciante mientras se sacaba el cinto.
- ¡A vos se te han subido los humos y querés macanearnos hijunagransiete!
-¡Paz! - dijo la Señora dándole un coscorrón con un pan trincha a cada uno- ¡No se desacaten frente a la autoridad mayor de la comarca! ¿Qué pasa?
- Señora, habiendo pactado un ducado por cada entrada vendida en la Feria eso es lo que se le a dado al turco bombero. Fueron cinco mil entradas y cinco mil ducados. -explicó el comerciante.
- "Cinco mil entradas, un peso por entrada, son cinco mil ducados" - sumó la Reina Ana del Cocco mientras se soplaba el flequillo- Me parece justo. ¿Qué quiere entonces el Talibán que gobierna el cuartel de bomberos?
- ¡Es insaciable! - dijo el Comerciante.
- ¡Excelencia, este señor es pura parla y en vez de aflojar la menega para comprar mangueras se escapa como perro galgo! -gritó el turco revoleando una alpargata.
- Eso está mal.
- Este señor quiere quedarse con la mitad de la colecta, me debe unas cuántas kanacas...
- ¿De qué te las debo, a ver...?
- Andás diciendo que entraron 18.000 visitantes a la feria pero que pagaron entrada solamente 5.000...
- Es cierto.
- ¿Y los otros 13.000... qué eran?
- Colados.
- ¿Colados en la Suiza de las Pampas? ¡En esta comarca no hay colados, señor mío! ¡Todos y cada uno de los que aquí nacieron han pagado religiosamente la entrada, más sabiendo que una porción del toco iba a engrosar el tanque de los profesionales de los incendios! ¡Estos valientes voluntarios que el otro día casi se queman junto con el vehículo que dejaron en medio de las llamas! -la Reina blanca gritaba su discurso parada sobre la palangana con el remedio para los hongos.
- ¿Se olvidaron un vehículo en medio del fuego? -susurró un inspector a la cocinera que estaba por entrar con unos mixtos
- Parece. -dijo la cocinera masticando dos sánguches juntos.
- ¡Los bomberos se olvidaron un vehículo en medio del fuego! - el inspector salió corriendo a los gritos y desapareció por las escaleras.

La Intendenta, la Reina del Trigo y La calandria acusaba más interés por los sánguches de jamón y queso que por lo que estaba pasando con los dos individuos. Por supuesto que la entrada de la cocinera se postergaba y el bagre le chiflaba a la jefa a tal punto que estaba casi decidida a dejar que los dos tipos diriman el pleito a patadas como habían empezado. Hasta que se le arrimó el tesorero Titín y haciéndose viento con la chequera le dijo al oído a la señora.
- Majestad, con respecto a eso de que no hay colados en nuestra comarca ....
- ¡Lo sostengo!
- Es mejor que no lo haga. Piense usted que toda la corte Municipal entró sin pagar un solo ducado a la feria de las colonias.
- Ni siquiera el peso para los bomberos?
- Ni siquiera eso.
 
Algunas palomas se habían posado en los barandales de los balcones. Era un primor ver como las tiernas avecillas hacían el amor con absoluta libertad frente a los candorosos funcionarios. El sol de la mañana entibiaba los ambientes y entibiaba los corazones. La Reina de los surcos viendo aquellas escenas de lujuria animal ordenó cerrar las ventanas.
- Todavía que nos cagan la plaza, vienen a fanfarronear ... - dijo la gran dama, mientras daba por terminado el pleito, habilitaba la hora del refrigerio y pedía una campana mediana del campanario para tocar el primer llamado para la siesta.